viernes, 12 de octubre de 2012

En el nombre de Dios

Fui a un colegio religioso. Me bautizaron y tomé la comunión. La confirmación fue siempre un pendiente, pero pienso casarme por Iglesia. No por el vestido blanco y radiante  (aunque estoy segura de que voy a parecer un ángel caído del cielo), sino porque realmente me gustaría que la unión reciba la bendición de Dios. En síntesis, de alguna u otra forma, la religión forma parte de mi vida. Sin embargo, cuando llegué a Brasil, me sorprendí: los brasileros son extremadamente creyentes, y practicantes. Hay templos religiosos desparramados por todas las ciudades, muchos autos presentan leyendas que evocan a Dios y, en general, cuando ellos se despiden de alguien, también hacen alguna referencia religiosa. Hasta ese famoso "Nossa" que dicen cuando se sorprenden tiene una connotación de este tipo, ya que proviene de "Nossa Senhora Aparecida", patrona de Brasil. Al principio me costó acostumbrarme, pero a medida que fue pasando el tiempo, me resultó cada vez más admirable eso de tener tanta fe en algo que, en definitiva, es difícil comprobar en un mundo que con frecuencia se presenta tan hostil. 

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