viernes, 9 de noviembre de 2012

Deber impostergable

Mi mamá creía que por tener tres hermanos varones yo iba a salir medio "machona". Nada más alejado de la realidad. Soy muy femenina y fanática de todo aquello que le gusta al común de las mujeres: ropa, maquillaje, productos para el pelo y demás. Sin embargo, cuando llegué a Brasil hubo una característica del género femenino que me llamó profundamente la atención: su obsesión por las uñas. Nunca pensé que una parte tan pequeña del cuerpo pudiera generar tanta dependencia. "¿Quién te hace las manos? ¡Qué increíble ese color!", largas conversaciones pueden girar en torno a estas simples premisas. Las peluquerías son el lugar favorito de las brasileras y allí pueden pasar largas horas los fines de semana con el sólo objetivo de tener las manos y los pies impecables. No son pocas aquellas que utilizan la hora de almuerzo durante el resto de los días para cumplir con el ritual. Religiosamente, la mayoría de las brasileras se hace las manos y los pies una vez por semana. Y sí, los colores de esmaltes merecen un capítulo aparte: rosas, verdes, amarillos, azules y hasta con dibujitos, todo está permitido con tal de hacer evidente que, esa semana, el deber fue cumplido. 

viernes, 2 de noviembre de 2012

Lindo!


Paraty es uno de esos lugares lindos donde uno se quedaría por mucho tiempo. Además de contar con hermosas playas – ya una constante en este país tropical - que pueden ser recorridas con las decenas de escunas que ofrecen paseos por las diferentes islas, la ciudad tiene un centro histórico muy bien preservado que realmente traslada al turista en el tiempo. Las fachadas de las casas, las iglesias, todo parece perfectamente dispuesto. Incluso hay carretas que ofrecen transportar a los turistas a lo largo y ancho del centro histórico para hacer la experiencia aún más real. A pesar de preservar esa estética añeja, Paraty debió adaptarse al turismo. Por eso, varias de las antiguas casas o comercios fueron acondicionados para albergar importantes marcas. Así, el contraste entre las antiguas fachadas y los interiores completamente refaccionados llaman aún más la atención. Sin dudas, un viaje al pasado con la modernidad de hoy. 










miércoles, 24 de octubre de 2012

Outra Cidade Maravilhosa

Todo el mundo sabe que São Paulo es la meca financiera de Latinoamérica y una verdadera metrópolis. Como tal, presenta todo lo que una ciudad de ese tipo debe ofrecer: restaurantes, shoppings y muchos centros culturales. Sin embargo, esas características no fueron las que me llamaron la atención la primera vez que pisé la gran ciudad. Puentes, túneles y grandes autopistas por doquier. Fue, en síntesis, su impresionante infraestructura la que me impactó. "Parece que los puentes estuvieran flotando y nacieran en los edificios", me dijo asombrado una vez un amigo que estuvo de visita. Tal cual. 
En esta ciudad no hace falta caminar demasiado para encontrar impactantes ejemplos de infraestructura urbana. Cada pocas cuadras se erigen puentes, largos túneles atraviesan la ciudad  e infinidad de autopistas unen distantes puntos en pocos minutos.
Este video muestra uno de los accesos al centro de la ciudad e ilustra un poco, sólo un poco, mis palabras.




viernes, 12 de octubre de 2012

En el nombre de Dios

Fui a un colegio religioso. Me bautizaron y tomé la comunión. La confirmación fue siempre un pendiente, pero pienso casarme por Iglesia. No por el vestido blanco y radiante  (aunque estoy segura de que voy a parecer un ángel caído del cielo), sino porque realmente me gustaría que la unión reciba la bendición de Dios. En síntesis, de alguna u otra forma, la religión forma parte de mi vida. Sin embargo, cuando llegué a Brasil, me sorprendí: los brasileros son extremadamente creyentes, y practicantes. Hay templos religiosos desparramados por todas las ciudades, muchos autos presentan leyendas que evocan a Dios y, en general, cuando ellos se despiden de alguien, también hacen alguna referencia religiosa. Hasta ese famoso "Nossa" que dicen cuando se sorprenden tiene una connotación de este tipo, ya que proviene de "Nossa Senhora Aparecida", patrona de Brasil. Al principio me costó acostumbrarme, pero a medida que fue pasando el tiempo, me resultó cada vez más admirable eso de tener tanta fe en algo que, en definitiva, es difícil comprobar en un mundo que con frecuencia se presenta tan hostil. 

viernes, 28 de septiembre de 2012

Sonrisa perfecta

En algún otro post ya hice referencia a los diferentes patrones que rigen la estética de argentinos y brasileros. Sin embargo, la voluptuosidad de las mujeres y la obsesión de los hombres por el cuerpo no fueron las únicas cuestiones que me llamaron la atención con respecto al modelo de belleza del país tropical. Los dientes también se presentan como un aspecto fundamental. Sí, los dientes. Los brasileros están literalmente obsesionados por su dentadura. Todos, absolutamente todos los baños (en las empresas, shoppings, restaurantes, aeropuertos) cuentan con hilo dental y productos para enjuagues bucales. Y la gente los usa, mucho. No es raro encontrarse con grupos de personas instaladas frente a los espejos cepillándose sin parar los dientes y realizando cada una de las etapas de ese eterno procedimiento de limpieza profunda que recomiendan los dentistas. No importa la clase social, la gran mayoría usa o ha usado ortodoncia para modificar alguna imperfección. Y toda esa preocupación les da resultado: el grueso de los brasileros tiene una dentadura impecable. Sí, Brasil es un paraíso terrenal para los dentistas, porque el dinero pasa a ser una cuestión absolutamente secundaria cuando se trata de conseguir una sonrisa perfecta. 




jueves, 13 de septiembre de 2012

Buscavidas


Ya en otra oportunidad hice referencia a determinados puestos de trabajo que existen acá en Brasil que me han llamado poderosamente la atención, pero el personaje con el que me encontré esta semana realmente no tiene desperdicio. Resulta que fui hasta la Policia Federal en São Paulo para comenzar a tramitar la residencia permanente. Obviamente, como suele suceder en estos casos, nos faltaban algunos documentos (una declaración jurada y un formulario, para ser más específica). Salimos del edificio y preguntamos en un localcito que está en frente - ese en el que te sacan las famosas fotos 3x4 - si sabían donde podíamos conseguir los benditos documentos. "Hay un hombre con una máquina de escribir ahí en la vereda que se encarga de eso".  Vestido con una pechera que decía "Posso ajudar. Documentos para estrangeiros", allí estaba un señor ya entrado en edad, paradito al lado de una máquina de escribir, tal como nos habían dicho. Nos acercamos y le especificamos cuáles eran los dos documentos que necesitábamos. Asintió y se acercó a un poste de luz ubicado a pocos metros. Estiró el brazo, abrió un pequeño locker que estaba ahí, amarrado al mismo poste, y sacó una gruesa carpeta. La abrió y buscó entre los varios modelos de documentos aquellos que le estábamos solicitando. Después de algunos minutos, y de rezongar porque la Policia los modifica cada dos por tres, los encontró. Una copia para cada uno con nuestros datos y pronto, una parte del trámite ya estaba resuelta.




viernes, 31 de agosto de 2012

Mi elección

No es la primera vez que un brasilero me dice que los argentinos conformamos una sociedad muy politizada. Ya escuché varios relatos sobre taxistas eufóricos poniendo a extranjeros al tanto de la situación política del país. "En Argentina, todos tienen una opinión fundamentada". Comparto. No hace falta que sea época electoral para que la gran mayoría tenga una posición tomada y, en general, respaldada por varios argumentos. Más o menos sólidos, compartidos o no, argumentos al fin. Es que en la política argentina siempre pasa algo nuevo que moviliza hasta al más apático. Siempre. 
Brasil tampoco es ajeno a los vaivenes políticos. Sin embargo, esas cuestiones no resuenan con tanta fuerza en la sociedad. Hace pocas semanas comenzó el juicio por el escándalo del "mensalão", que tuvo lugar durante el gobierno de Lula. Este caso de corrupción es considerado el más importante en la historia de Brasil pero, según reflejan algunos medios, no parece despertar en la sociedad el interés esperado. Es que los brasileros son diferentes. "Nosotros somos más sumisos, no reclamamos nuestros derechos como quizás deberíamos".
La participación del pueblo es fundamental en una democracia. En realidad, es la base de la democracia. Y sí, es verdad que la herramienta más poderosa que tenemos los ciudadanos es el voto, pero considero que con el correr del tiempo algunos funcionarios públicos se olvidan de las promesas realizadas y no viene mal un pequeño "correctivo", hacer escuchar nuestra voz para que sepan que estamos atentos a lo pasa. Pero, obviamente, todo en su justa medida ¿La medida de quién? Lamentablemente, en los últimos años se ha ido perdiendo uno de los tesoros más preciados que puede tener una sociedad: el sentido común. Intereses de todo tipo han contaminado el objetivo principal del pueblo, y de a poco el bienestar ha sido relegado hasta ocupar los últimos puestos en la escala de prioridades. 
No me considero una persona utópica, pero existen seres humanos que todavía me hacen pensar que un cambio es posible. Mientras que muchos políticos ocupan su tiempo tramando las más ingeniosas artimañas para llenarse los bolsillos, humildes mujeres cargan sobre sus hombros la ardua tarea de alimentar a miles de chicos en los barrios más necesitados del país. Yo elijo creer en esa minoría. 

martes, 28 de agosto de 2012

Sobre gustos...

Aún hoy, después de dos años de residencia en el país tropical, voy a la playa y no dejo de sorprenderme. Está claro que cada lugar es como un pequeño mundo con patrones propios, sin embargo hay algunas diferencias culturales que siempre llaman la atención. En este caso, me refiero a la estética. 
En Argentina, para la mayoría de las personas "verse bien" es sinónimo de delgadez. El ideal es algunas curvas para las mujeres, cuerpo un poco más trabajado para los hombres, nada demasiado exagerado. En Brasil, las reglas de juego parecen ser otras. En el instante en el que se pisa la arena, se pueden observar dos escenarios tan opuestos que parecen absolutamente incompatibles. La mayoría de los hombres luce cuerpos marcados en demasía para personas normales con empleos comunes que nada tienen que ver con el mundo de la estética. Orgullosos, se exhiben en las playas vestidos con las pequeñas y populares "sungas". Por el otro lado, ellas también muestran sus dotes en diminutos trajes de baño, en este caso voluptuosos cuerpos, figuras que para cualquier argentino promedio estarían bastante por encima del peso ideal. Diferentes conceptos de belleza de acuerdo al género. Y así conviven: ellos con su obsesión por el cuidado del cuerpo y ellas orgullosas de lo que la naturaleza les dio. Y se gustan, mucho.  


viernes, 24 de agosto de 2012

Arena y sol...


El litoral paulista cuenta, sin dudas, con muchas playas lindas. Pero, si tuviera que elegir, me quedo con Riviera de São Lourenço. Perteneciente al municipio de Bertioga, Riviera nació en 1979 a partir de un ambicioso proyecto de desarrollo urbano. La localidad, que tiene como lema impulsar el progreso con un gran respeto por la naturaleza, posee un área de 9 millones de metros cuadrados organizada en tres zonas: turística, residencial y mixta. Actualmente, es considerada el mayor proyecto de desarrollo urbano del litoral brasilero. 

"No se debe poder pasar. Tiene pinta de barrio privado", le dije a mi marido la primera vez que vi la impactante entrada de Riviera, los hombres con armas largas y las cámaras que estaban monitoreando el ingreso y la salida de autos. Nos mandamos igual. Paso libre, sin ningún problema. Es verdad que las playas de la zona son lindas pero, en líneas generales, muchas de las localidades dejan bastante que desear. Riviera es la antítesis absoluta. Calles perfectamente trazadas, hileras de palmeras prolijamente emplazadas, todo parece haber sido planeado al detalle. Amplias casas, edificios de gran categoría, varios hoteles, algunos pocos restaurantes y un único shopping (más bien una gran galería) completan el paisaje.
Los viernes por la noche, Riviera recibe a los habitantes de ciudades próximas que hicieron de la localidad su lugar de descanso. La playa, el shopping y los restaurantes cobran vida. Los hombres de seguridad de Riviera se desplazan por las diferentes zonas para asegurar que todo se mantenga bajo control. Durante las tardes de fin de semana, los hoteles disponibilizan sus servicios de playa para los huéspedes de turno y las mesas ubicadas alrededor de los pocos carritos que trabajan en el lugar se transforman en los puntos más concurridos. Al caer el sol, varios hombres recorren la playa en camionetas con el único objetivo de recoger los pocos residuos desechados en la arena. La prolijidad y el orden llaman la atención. El shopping y los restaurantes son los lugares elegidos para cerrar las jornadas.
El domingo por la noche, la soledad y el silencio se apoderan de Riviera. Cocheras vacías, locales cerrados, playa desierta. La pequeña localidad se paraliza por cinco días a la espera de un nuevo viernes, cuando los habitantes de fin de semana volverán para disfrutar una vez más de la tranquilidad del lugar. 

lunes, 20 de agosto de 2012

Un papel muy especial

Siempre fui muy malcriada y, por la diferencia de edad que tengo con mis hermanos más grandes, me tocó vivir durante muchos años como si fuera hija única. Así, con mi mamá y mi papá compartimos un millón de momentos, solos los tres: comidas, paseos, charlas. Y hace unos días, cuando estuvieron de visita acá en Brasil, tuvimos la posibilidad de revivir un poco esa época. Siempre es lindo recibir afectos en casa cuando se vive lejos, pero en este caso la visita tuvo un sabor bastante particular. Éramos nosotros tres una vez más, después de mucho tiempo. No sólo me hicieron compañía en esos días que mi marido estuvo de viaje, sino que además me malcriaron cocinándome mis comidas favoritas y me dieron una mano con cuestiones de la casa que, después de dos años, todavía no termino de resolver. Vernos a los tres paseando, comiendo, charlando o simplemente sentados viendo la tele me trasladó nuevamente a esos años en que todo era diferente. Mi mamá, mi papá y yo, solos los tres. Obviamente hubo alguna que otra discusión, es inevitable que con el correr del tiempo todos sumemos mañas. Pero incluso eso me hizo viajar en el tiempo y darme cuenta de que la confianza sigue intacta, de que más allá de los cambios de escenarios y circunstancias, siempre voy a contar con esas dos personas que se alegran por mis logros y me acompañan en mis momentos menos felices.
Amo profundamente a cada uno de los miembros de mi familia pero, para ser sincera, me encantó volver a desempeñar, aunque sea por unos días, el papel de la hija única malcriada. Para que mentir, es un papel que me sienta encantadoramente bien.

jueves, 16 de agosto de 2012

Mi segundo hogar

Ayer llevé a mis viejos al aeropuerto. Después de ocho lindísimos días, llegó la hora de desperdirnos. Ahí me vi, una vez más, en ese lugar, escenario de las más variadas situaciones: ansiados reencuentros, tristes despedidas, comienzo de esperadas vacaciones. Todo resumido en un único lugar. Es increíble el significado que cobran sitios como éste cuando se está lejos de casa. Para mí Guarulhos representa un mix de emociones: felicidad extrema y tristeza absoluta. Refleja los mejores comienzos y los más indeseados finales. Como en todo, las primeras experiencias son las más traumáticas. Con el tiempo aprendí que después de cada final hay un nuevo comienzo. Esa es la convicción que me mantiene feliz.

viernes, 10 de agosto de 2012

¡Somos de oro!

Hoy los argentinos tuvimos nuevas citas olímpicas y yo estuve otra vez acompañando de a ratitos los encuentros. Es increíble lo que generan los Juegos Olímpicos: eso de seguir deportes cuya dinámica no terminás de entender y que jamás verías si no se tratara de este evento tan importante. De más está decir que el estar lejos de casa hace que te vuelvas extremadamente patriota y fanático número uno del deporte de turno. Me resultó extraño estar desesperada buscando en internet alguna página que transmitiera el partido de las Leonas ¿Hockey, yo? En realidad, para no faltar a la verdad, debo confesar que en su momento lo practiqué. Fue durante muy poquito tiempo. Cuando en un mismo día recibí dos fuertes bochazos que me dejaron marcas por varias semanas, decidí que ese deporte no era para mí. Ni ese, ni ningún otro. Pobre mi mamá, el equipo que me había comprado debe estar como nuevo guardado en algún placard de la casa de mis viejos. 
Yachting-Bronce, Hockey-Plata, Básquet-Vamos por la de Bronce y, quién lo hubiera dicho, la de Oro se hizo realidad gracias a Sebastián Crismanich, con Taekwondo. Por fin nuestro himno sonó por primera vez en estos Juegos Olímpicos ¡Qué orgullo debe haber sentido ese muchacho en ese momento!¡Tanto esfuerzo, tanta dedicación y disciplina! A veces, cuando veo a los atletas ahí, en lo más alto del podio, con lágrimas en los ojos, observando a su bandera elevarse ante la admiración de millones de personas, me dan ganas de volver el tiempo atrás, secarme las lágrimas y seguir pegándole con el palo a la bocha. Quién sabe, hoy podría haberme vengado y pegado varios bochazos a las rubias anaranjadas. Ganas no me faltaban. 
 

miércoles, 8 de agosto de 2012

EMPATE

Hoy fue día de definiciones para Argentina en los Juegos Olímpicos. Los tres equipos que mantenían despiertas nuestras esperanzas medallísticas jugaron partidos por de más importantes. Por un lado, las Leonas le ganaron al local y ya tienen asegurada la medalla de plata (reflexión: genias totales que todavía no terminan de conseguir el reconocimiento que se merecen del pueblo argentino. Celebramos durante días la medalla de bronce de Del Potro y, si el viernes ellas ganan, probablemente el lunes ya nos hayamos olvidado. Aclaración: banco enérgicamente a Del Potro). Y, por el otro lado, básquet y voley contra Brasil. Resultado: empate. En voley nos ganaron sin ningún tipo de problemas y, en básquet, Argentina se llevó el triunfo, pero sufrimos horrores. 
Obviamente, seguí los de Brasil que son los que transmitieron en la tele. Fui acompañando la evolución de los partidos de a ratitos y chequeando en internet el resultado de las Leonas. El de voley no me emocionó nada. En general trato de ser positiva con estas cosas, pero tuvimos cero chances de ganar. Con el final del de basquet sufrí. Los últimos minutos fueron terribles. Escena para el recuerdo: mis viejos (que están acá de visita) y yo sentados al borde del sillón, improvisando todo tipo de cábalas y alentando convencidos de que nuestras palabras podrían hacer que los tiros argentinos entraran en el aro. Mi mamá haciendo cuentas para ver cuántos triples o dobles necesitaban los brasileros para alcanzarnos y mi papá tipo panqueque calificando segundo a segundo el juego de nuestros compatriotas: "Desastroso", "Perfecto". Yo, que entiendo poco y nada de básquet, desesperada tratando de descifrar por qué el juego se paraba cada cinco segundos. Final feliz. Mi voz es aguda y, cuando me emociono, no puedo controlar el volumen. A los brasileros hoy les debe haber picado mucho la oreja. Creo que mañana me linchan.    

viernes, 3 de agosto de 2012

Famosos sin causa

Me mata esto de no conocer a la farándula brasilera. Sí, soy un poquito cholula y es terrible ir a la peluquería, dentista o demás lugares donde solemos encontrar las llamadas revistas del corazón y no tener idea de quiénes son los protagonistas de las historias. Creo que a la única que reconozco es a Gisele Bündchen, y la verdad es que nunca cuentan nada demasiado emocionante sobre ella. Drama, quiero drama.
Hace un tiempito estábamos con mi marido en el aeropuerto y vimos a un grupo bastante grande de personas muy alborotadas siguiendo a una chica y peleándose por sacarse fotos con ella."¿Quién es?", le preguntamos a un muchacho que no podía sacarle los ojos de encima. "Miss Melancia", nos respondió. Sí, Miss Sandía. "¿Y qué hace? ¿Es actriz, cantante?" "No, sólo tiene bunda grande". En ese momento me puso contenta desconocer a la celebridad en cuestión, sentirme ajena a ese cholulismo barato, total, para famosos sin profesión, ya conozco a muchos de Argentina.  

miércoles, 1 de agosto de 2012

Obsesión

Siempre me gustó ver partidos de fútbol. No es que me instale todos los domingos frente a la tele, pero sí disfruto de ver algún que otro encuentro definitorio y siempre, siempre, los de la selección. Por eso, como buena torcedora, nunca me simpatizó mucho (ni poco) la selección de Brasil. Esos colores, esa alegría, esa habilidad, en fin. Consecuentemente, cada vez que ambos equipos se enfrentan siento una emoción especial que, terminado el partido, se transforma en una inmensa alegría o en la mayor de las tristezas. Pero queda ahí, no traslado ese sentimiento a los brasileros, menos ahora que me tienen rodeada. No voy a decir que son mis seres humanos preferidos en el mundo, pero está todo bien. Sin embargo, creo que esa "división de aguas" no es tan sencilla para ellos. Y no me refiero a los comentarios poco graciosos tipo "es argentina pero es buena" o "nadie puede ser perfecto" y demás ocurrencias cero creativas que ya he superado. No, me refiero a una cuestión más global: esta gente está obsesionada con nosotros. Mágicamente aparecemos en cuestiones que nada tienen que ver con el fútbol. Para graficarlo, acá van un par de publicidades:







La publicidad del Fox enfatiza el espacio para equipaje que tiene el auto. Al brasilero se lo ve más sorprendido por la capacidad de su automóvil que por la confesión de su amigo. Hasta ahí, todo bien. Pero a esta publicidad la antecede una gráfica en la que se ve a un brasilero invitando a su amigo también brasilero con un súper churrasco por un lado y, por el otro, convidando a un argentino con unos pocos pedacitos de carne. Sí, no tiene sentido y es patético. La de Havaianas, en cambio, me parece hasta divertida, pero sólo porque el que atiende se roba la publicidad con su actuación. 


Ahora sí, una para el enojo. Una de las tantas publicidades de la cerveza Skol que buscan ridiculizar a los argentinos. Ésta sí está relacionada con el fútbol, pero peca de ofensiva, es de mal gusto y carece absolutamente de sentido.



miércoles, 25 de julio de 2012

De shopping

Me encanta ir a comprar ropa. Pero no soy de esas que están horas revolviendo el mismo perchero, en ese sentido soy bastante práctica: voy pasando las prendas rápidamente y, como tengo un gusto bastante definido, paro pocas veces, únicamente si hay algo que realmente me llame la atención. Soy muy determinante: o me encanta la prenda o no me la llevo ni que me la regalen (bueno, en ese utópico caso tal vez sí). En ese proceso no me gusta que me interrumpan. Estoy en mi mundo, feliz. Por eso creo que en ese sentido Brasil no es el lugar más indicado para mí. Apenas entrás en una loja, las vendedoras posan los ojos sobre vos y la más rápida comienza a avanzar. "Hola, ¿cómo te llamás? ¿te puedo ayudar?", pregunta con la mayor de las sonrisas. "Sólo estoy mirando, gracias", respondo, como me sale. "Fique à vontade. Mi nombre es Pipita. Si necesitás ayuda, me avisás", finaliza. Y va siguiendo todo tu recorrido a pocos centímetros de distancia. A mí no me resulta demasiado cómodo y, en general, ni siquiera termino de chusmear todos los percheros porque, después de tanta atención, me da verguenza no comprar nada. Yo soy así, como solitaria en esas cuestiones. Sin embargo, debo reconocer que la actitud de las vendedoras brasileras es la adecuada: tienen verdaderas ganas de vender.  
En Buenos Aires esta rutina me sienta mejor, aunque debo destacar que se van al otro extremo. No podría enumerar la cantidad de veces que pregunté en qué sector podía encontrar determinada prenda y me contestaron "Fijate por allá". Tristísimo.
Acepto que soy "especial" asíque, siendo objetiva, y ya que estamos entrando en clima Olímpico, punto para Brasil.

viernes, 20 de julio de 2012

Día del amigo


Día especial. Agridulce. Nunca fui "amiguera". Supe adaptarme a los distintos lugares donde viví, pero no me caractericé por ser demasiado sociable. Sin embargo, tuve la suerte de cruzarme con personas increíbles en todos esos caminos que me tocó transitar. Y, afortunadamente, supe preservarlas. Hoy, me invade un poco la nostalgia al pensar en todas esas personas que hoy no tengo cerca para darles un beso o un abrazo. Para agradecerles cara a cara tantos momentos compartidos. Para recordar juntos tantas historias y escribir otras nuevas. Sin embargo, siempre están conmigo, forman parte de mi historia y de quien soy. Esas huellas no se borran fácilmente. En este último tiempo, tuve la oportunidad de conocer nuevas personas en una situación completamente distinta: ya adulta, con un proyecto de vida más definido, en otro país. Y eso me da una gran felicidad. Una vez mi mamá me escribió: "Vos elegís a tus amigos y los llevás por el resto de tus días donde estés. Tenés diferentes amigos en cada etapa de tu vida y los momentos que pasás con ellos los recordarás siempre con una sonrisa. Ningún amigo sustituye a otro, se suman, todos te dejan algo, por algo los elegiste. Yo a algunos ni siquiera los veo, otros ya no están físicamente, pero sí en mi memoria, todos me ayudan a vivir feliz. No tengas miedo de abrir tu corazón, después vos decidís quién se queda".

miércoles, 18 de julio de 2012

Y el clima tropical,¿dónde está?

Frío. Tengo frío todo el día. En realidad no debería quejarme, el calorcito duró bastante. Mientras que en Buenos Aires las temperaturas eran bajísimas, acá andábamos de remerita. El año pasado no fue así, ya a fines de abril hacía frío. Me acuerdo que mi familia no me creía cuando le contaba que acá, sí, en Brasil, estaba  sufriendo mucho por las bajas temperaturas - sobre todo si consideramos que nací y pasé toda mi infancia en la provincia de Santa Cruz. Mi mamá vino de visita al mes siguiente y lo comprobó en carne propia. Sufrimos juntas.
Lo más terrible no es que haga frío en la calle, sino que la temperatura sea aún más baja adentro de mi casa. Definitivamente estos edificios no están preparados para el invierno. Las ventanas dobles de los cuartos de mi departamento tienen persiana para cada abertura, pero sólo una de esas aberturas tiene vidrio. De más está decir que la calefacción es inexistente. La estoy pasando mal. Voy por toda la casa arrastrando el calefactor que nos compró mi mamá en aquella visita. Tranquilamente mi nuevo apodo podría ser Michelin - el de los neumáticos - por la cantidad de ropa que tengo encima. Siempre me costó levantarme a la mañana, pero estos días me resulta casi imposible. Tener que ir al baño es lo peor que me puede pasar, porque, obviamente, además del frío, está la humedad, y las ventanas del baño quedan obligatoriamente abiertas. 
Siempre dije que los brasileros son medio exagerados con respecto al tiempo. Una brisa y están todos emponchados. Creo que me contagiaron. Me siento una traidora a la patria, a mis raíces. También me siento engañada. A mi me habían dicho que acá hacía calor. En el camino São Paulo - Mogi das Cruzes hay un cartel que dice "Por aquí pasa el trópico de Capricornio". Ahora, yo me pregunto: y el clima tropical, ¿dónde está?    

lunes, 16 de julio de 2012

Paz y amor

La semana pasada tuve una reunión en la ciudad de São Paulo. Salí de casa cerca del mediodía y, siendo que normalmente un día de fin de semana tardo sólo una hora en llegar, en esta ocasión demoré el doble. La vuelta fue aún peor: tres horas reloj. Lo más preocupante era que tenía un compromiso en mi ciudad a última hora de la tarde y finalmente tuve que reorganizar todo para poder llegar a tiempo. Obviamente estaba de pésimo humor. Es terrible ver un mar de autos inmóviles, parados, que avanzan pocos centímetros cada varios minutos. Yo - masoquista al 100% - repasaba una y otra vez en mi cabeza todo el camino que me faltaba para llegar a Mogi das Cruzes. Una eternidad. Y el reloj seguía su marcha. Ya me sabía de memoria el orden de las canciones de los dos pen drives que tenía a mano. Apagué la radio. Lo único que se escuchaba era el ruido del andar de los autos. Nada más. Ni bocinas, ni gente peleándose, nada. En los semáforos, nadie pretendía que el primer auto cruzara en amarillo. Incluso, si algún conductor tardaba en avanzar ante la luz verde, alcanzaba una señal de luces para que reaccionara. La gente parecía tranquila, acostumbrada, quizás. Pero creo que tiene que ver con una cuestión más amplia. Creo que los brasileros conforman una sociedad bastante más conciliadora que la nuestra. No les gusta pelear, discutir. Son personas que prefieren no ir al choque. Finalmente, me relajé un poco. Total, no había nada que pudiera hacer. Traté de mimetizarme. Las comparaciones son odiosas, ya lo sé, pero sentí que, en esa situación, era una suerte estar en São Paulo y no en Buenos Aires. Una cuestión de salud mental.  

viernes, 13 de julio de 2012

En vela


Me gusta mucho la noche, pero no en el sentido negativo. Disfruto de quedarme hasta tarde en Internet, viendo la tele, trabajando o  simplemente leyendo. Siempre fui así. Pero justo el otro día me quise ir a dormir temprano. Misión imposible. El Palmeiras había ganado la Copa do Brasil y aquí, en mi querida ciudad, una gran cantidad de gente estaba como loca. Bocinazos, gritos, cantos. Debe haber durado hasta, aproximadamente, las tres de la mañana.
La pasión de los brasileros por el fútbol fue una de las primeras características que me sorprendieron cuando llegué a este país. Sabia que les gustaba, y mucho, pero a veces este sentimiento toma dimensiones que rozan lo absurdo. Por ejemplo, donde vivo también hay muchos torcedores del Corinthians. Fanáticos empedernidos diría yo. No importa si juegan la final de la Libertadores o el partido más insignificante de la historia, los fuegos artificiales y demás chucherías están a la orden del día. No me atrevo a decir que son más fanáticos que los argentinos, puede ser que simplemente ahora les preste más atención a todas estas cuestiones por estar en otro país.
Segunda noche en dos semanas que no puedo dormir por el fanatismo de mis vecinos. Igual, debo confesar que la vez anterior no me molestó tanto. La vez anterior perdió Boca. 

martes, 10 de julio de 2012

Como en casa


Hoy un amigo argentino que vive en San Pablo me preguntó si yo era la autora de este blog. Me quise hacer la interesante, la misteriosa, pero me parece que no me salió. Algunas de las historias relatadas en este espacio ya fueron contadas en alguna que otra juntada con amigos y, por eso, son ahora las culpables de la revelación de mi identidad. Ok, VOS, sí, soy yo, lo reconozco. Y hoy te voy a sorprender. Voy a hablar de vos. Bueno, en realidad, no sólo de vos, sino de ese grupo de gente con el que nos solemos juntar con bastante frecuencia.
Corría el mes de octubre de 2010 cuando coincidimos con este muchacho en la Policía Federal de San Pablo. Los tres estábamos haciendo los trámites para obtener la residencia temporaria. Mi marido lo conocía de Buenos Aires – ámbito laboral – y, como la lógica indica, nos quedamos conversando algunos minutos. Intercambiamos teléfonos, saludos cordiales y adiós.
En esa época el hermano de mi marido vivía en San Pablo con su familia, pero existían altas probabilidades de que fuera trasladado a Suiza en el mediano plazo. Así, todos los fines de semana prácticamente nos instalábamos en la casa de ellos para disfrutar al máximo de nuestros tres sobrinitos - ahora cuatro - y de la vida en familia. Idas al famoso parquinho, salidas a comer, paseos varios llenaban nuestros días lejos de casa.
Finalmente, en julio de 2011 llegó el momento de despedirnos. Tristeza total y absoluta. De un día para el otro nos encontrábamos – y nos sentíamos – completamente solos, nuestra familia se había ido.
Después de algunos fines de semana sin mucho para hacer, decidimos llamar a aquel muchacho que nos habíamos encontrado en la Policía Federal nueve meses antes. Nos contó que se había armado de un grupo de amigos bastante grande, que salían con frecuencia y nos invitó a sumarnos en alguna oportunidad. Así fue.
Con el correr del tiempo, fuimos conociendo a personas que estaban en nuestra misma situación, que habían venido a Brasil con el objetivo de crecer profesionalmente. Reuniones, comidas, idas al cine, a la playa, viajes. Ahora, contamos con un grupo de seres humanos al que le pasa lo mismo que a nosotros, que tiene historias similares, las mismas inquietudes, frustraciones parecidas, días de extrañitis aguda y otros de absoluta felicidad, optimismo y entusiasmo. Cada reunión se transforma en una maratón de un sinfín de anécdotas e historias divertidas. Cada momento compartido nos hace sentir un poco más cerca de los nuestros, un poco más cerca de casa.  El tiempo da la pauta de que manejamos los mismos códigos, pero a su vez cada encuentro pone en evidencia que es la heterogeneidad de personalidades la que hace que cada reunión sea un éxito. Va a llegar el día en el que cada uno de nosotros se irá despidiendo para recorrer nuevos caminos, en esta vida todo llega. Nos quedará entonces recordar con una sonrisa los momentos compartidos y agradecer el haber podido, a pesar de la distancia, sentirnos tan a gusto, tan acompañados, como en casa.

viernes, 6 de julio de 2012

Ley de la NO discriminación





Este cartel está en los ascensores de mi edificio. No es el único lugar donde lo vi. Debo confesar que cuando lo leí por primera vez me llamó muchísimo la atención. Desconozco si existe este tipo de leyes en Argentina, pero de seguro no hay carteles en los lugares públicos avisándole al potencial discriminador que, si decide poner en práctica sus prejuicios, tendrá problemas con “la Ley”. Pensaba que la discriminación ya no era una de las principales problemáticas del famoso país tropical.

El año pasado, una brasilera – conocida de la vida, se podría decir- me comentó que había visitado Buenos Aires la semana anterior y que le había encantado. Durante varios minutos, disfruté escucharla hablar maravillas sobre diversos aspectos de la ciudad - compras, comida, turismo, etc. - hasta que, en determinado momento, decidió hacer referencia  a otro aspecto "positivo": “Percibí que allá no hay negros ¡Qué suerte que tienen!”. Ante mi cara de completo rechazo por el comentario poco feliz - por no decir completamente discriminatorio - que acababa de escuchar, la muchacha en cuestión sonrió y dijo: “¡Ay, obvio que era un chiste!”. Sí, yo pensaba que la discriminación ya no era una de las principales problemáticas del famoso país tropical, pero parece que, infelizmente, me equivoqué. 

miércoles, 4 de julio de 2012

La dignidad del trabajo


No es raro encontrarse en las esquinas de la ciudad donde vivo con personas sosteniendo carteles con forma de mano que anuncian “3 dormitorios/1 suite” y apuntan con el dedo índice al lugar hacia donde uno debe dirigirse si tiene interés en adquirir una propiedad de ese tipo.
En la época de fiestas o cuando se aproxima el día del niño, las jugueterías aumentan su personal. La función de los nuevos empleados suele ser exponer productos: se paran en un rincón del local y muestran, por ejemplo, las gracias que hace el último bebote lanzado por determinada marca.
En las plazas o bulevares es normal ver cómo un grupo de cinco hombres se dedica a una única función: cortar el pasto. Uno maneja la máquina auxiliado por otro, dos sostienen una red que evita que los restos caigan sobre la vereda o la calle, y un quinto hombre monitorea la situación.
No importa si estas tareas inciden más o menos en la economía del lugar, no interesa si su realización es indispensable o no, lo que realmente hace la diferencia es la “cultura del trabajo” que generan. El tener un horario a cumplir, una tarea a desarrollar y el ser premiado por esa responsabilidad hace que la sociedad se construya sobre una base sólida, donde el progreso va de la mano del esfuerzo. Una base que no es fácil de establecer y lleva tiempo pero que, a largo plazo, resolverá muchos de los grandes problemas que actualmente presentan varias sociedades latinoamericanas.  

lunes, 2 de julio de 2012

Prejuicios


Estaba yendo en auto a buscar a mi marido al trabajo. En un momento, otro vehículo que venía circulando por la mano contraria prácticamente se me tiró encima. Pegué un volantazo y casi me subí a la vereda. Con el auto ya controlado, miré al otro conductor y le dije de todo menos “lindo”. Un poco nerviosa por lo que acababa de ocurrir, seguí mi camino. Una cuadra después, miré por el espejo retrovisor y me pareció – no identifico muy bien las diferentes marcas – que el auto con el que casi había chocado estaba atrás de mí. Seguí mi camino. Algunas cuadras más adelante, volví a mirar por el espejo. Allí estaba. Me puse nerviosa. En la zona donde trabaja mi marido no suele haber mucho tráfico y esta persona estaba haciendo exactamente el mismo camino que yo. Llegué a la empresa y, como siempre, me detuve frente a la entrada principal. El auto en cuestión estacionó sobre el lado opuesto. El conductor bajó la ventanilla y me hizo un gesto para que yo hiciera lo mismo. Pánico. Bajo ninguna circunstancia estaba dispuesta a exponerme de esa manera. Me hice la distraída y miré para otro lado. El hombre se bajó del auto y se acercó hasta la puerta del acompañante de mi vehículo. “Bajá la ventanilla”, me dijo. Se me cruzaron un millón de pensamientos en pocos segundos. Si hacía lo que él pedía, estaría demasiado expuesta, pero, si no lo hacía, probablemente buscaría alguna otra forma de acceder a mí. Cuando se bajó de su automóvil, llegué a ver que el hombre estaba acompañado por una mujer y, por alguna extraña razón, eso me dio un poco de confianza. Finalmente, opté por bajar el vidrio tan sólo unos centímetros. “Te quería pedir perdón. Otro auto salió de un garaje de repente y tuve que reaccionar rápidamente. La verdad es que ni te vi”, me dijo. Sorpresa. No lo podía creer. Me sentí la mujer más ridícula y fatalista del mundo. El hombre me había seguido aproximadamente seis cuadras sólo para disculparse. “Está todo bien. A todos nos puede pasar”, le respondí como si nada, y me quedé ahí, anonadada, esperando a mi marido.    

jueves, 28 de junio de 2012

VIP


“¿De dónde sos? ¿Por qué estás acá? ¿Te gusta? ¿Hasta cuándo te pensás quedar?”, ese es el interrogatorio al que nos debemos someter cada vez que alguna persona se da cuenta de que somos extranjeros. Las primeras semanas esas preguntas son respondidas con entusiasmo, simpatía y hasta brindando más información de la solicitada. Cuando uno todavía no conoce a nadie y desea profundamente intercambiar aunque sea dos palabras con otro ser humano – más allá de, en mi caso, mi marido -, esas preguntas parecen ser la forma perfecta de iniciar una conversación. Además, por qué negarlo, el sentirnos especiales, aunque sea por un rato, es un regalo que no cambiaríamos por nada. No importa a dónde vamos, el idioma, la apariencia, todo un conjunto de factores delata que somos extranjeros y despierta la curiosidad de los otros.
Sin embargo, con el correr del tiempo, estas preguntas que al comienzo parecían tan oportunas, dejan de serlo; y los ojos posados sobre nosotros pasan de ser sinónimo de interés a puro chusmerío. “El otro día te vimos en el ascensor del edificio; ayer, cruzando la calle, y ahora acá, en la panadería. Mi hija quiere saber de dónde sos”, me dijo en una ocasión un hombre, mientras la hija me miraba embelesada desde varios centímetros más abajo.  
“Es que a los brasileros nos fascinan los extranjeros”, me comentó una vez una adolescente. No importa si la ciudad en la que vivimos es grande, pequeña, turística o no, siempre vamos a sentirnos, y nos van a hacer sentir, quizás sin quererlo, sapos de otro pozo.  

martes, 26 de junio de 2012

Sin pasaje de vuelta


BRASIL. Si hace sólo un par de años alguien me hubiera preguntado qué país elegiría para vivir NUNCA hubiese respondido “Brasil”. Tiene una cultura muy rica, las playas son indiscutiblemente mucho más lindas que las argentinas y es un país que hace rato viene pisando fuerte en el escenario internacional. Pero no. Jamás hubiera elegido Brasil.
Puede ser por la eterna – y hasta por momentos aburrida – rivalidad futbolística – tengo tres hermanos varones más grandes y desde chiquita en mi casa se rechazó el famoso verde amarelo -, por la diferencia de idiomas – y el que se anime a decir que son casi “iguales”, por favor, que agarre un libro – o tal vez por la famosa alegría que não tem fim – las personas extremadamente felices siempre me dieron un no sé qué.
Sin embargo, aquí estoy, viviendo hace casi dos años en el estado de São Paulo ¿Por qué? Por amor. Así como no me gustan las personas alegres por demás, rechazo todo lo relacionado con los corazones, las florcitas de colores, el rosa, las estrellitas y demás lugares comunes. Pero, en mi caso, es verdad.
¿Mi primera impresión?: “¡¿Qué hago acá?! Un taxi de vuelta al aeropuerto, por favor”. La conversación más larga que tuve el primer mes fue con el señor que vendía cigarrillos a una cuadra del hotel donde estábamos viviendo. Y me costó. Con certeza, no fue uno de esos momentos que vaya a dejar plasmados en mis memorias. Hoy, dos años después, a veces todavía me pregunto cómo vine a parar a este lugar, pero ya a esta altura cuento con un monte de historias, no sé si memorables, pero sí entretenidas para leer y pasar el rato.